sábado, 7 de septiembre de 2013

Las tenerías

SEDELLA 1572. UNA TENERÍA JUNTO A UN CEMENTERIO.               

     Las ciudades y villas, durante la Edad Media, se protegían de la violencia reinante mediante la construcción de murallas que se abrían al exterior de recinto urbano, hacia el campo, a través de puertas, postigos y portazgos. Estos muros, que delimitaban el espacio habitado de las ciudades y pueblos y lo separaban del campo circundante, con frecuencia estaba formado por las paredes  de las casas que a tal fin se fortalecían adosándoles contrafuertes, pie de amigo y empequeñeciendo huecos y ventanas. Cuando un espacio quedaba sin protección se construía un muro que completaba el cercado.  En Sedella,  hacia el Este y el Oeste  las paredes traseras de las casas de la calle Llana y Dayre que daban al campo, alineadas unas con otras, definían el límite del casco urbano protegido. En el sur  se construyó un cercado cuya  puerta  comunicaba con el "exido" o ejido.  De esta formal, la memoria histórica del pasado nos conserva para este espacio el nombre de "Cercao" y por otra parte, la Puerta del Mesón nos recuerda la entrada y salida de Sedella hacia el camino que iba a Canillas de Aceituno. Las puertas, en las grandes ciudades, se cerraban por la noche y se abrían por la mañana de forma que si alguien se retrasaba y llegaba a sus puertas después de anochecer, se veía obligado a pasar la noche fuera "a la luna de Valencia". De esta forma se controlaba a todo aquel que entraba o salía de la villa. En relación con este control nos queda la memoria de nuestro antecesores que  aseguraban que en época de epidemias la villa quedaba cerrada a todo forastero que llegaba a sus puertas, obligándole a continuar su camino por el norte que le llevaba a enlazar con la vía pecuaria que  subía  a la sierra, hacia Granada.
    Fuera de este espacio amurallado, a un tiro de herradura por debajo del Barrio Nuevo, como dice el Apeo, se encontraban las tenerías, lugar en donde se curtían las pieles. Aún actualmente, se le  nombrando a este espacio con el topónimo de Las Tenerías.  Estaban éstas formada por un complejo de cinco  albercas  escalonadas, todas ellas cubiertas, que contaban también con unos  tinajones y un pozo. Aún se puede contemplar, como evidencia arqueológica de aquel complejo artesanal, los tapiales de algunas de las albercas  en  los bancales bajo  los que aún permanecen enterradas. También es corriente encontrar en ellos ladrillos cerámicos, trozos  de vasijas y también restos  de los muros de estas construcciones.

  Este complejo artesanal funcionó hasta el momento mismo en el que los musulmanes tienen  que abandonar Sedella, año de 1569. Y hasta entonces, fue común la ida y venida de rebaños  de ovejas, cabras y ganado vacuno que esperaban en el ejido el momento de ser sacrificados para de esta forma hacerse con sus pieles que era la materia prima de esta actividad artesanal. Tanto por la extensión de este ejido o “exido”, descansadero de animales, como por el número de albercas en donde se curtían las pieles, se puede deducir que la proyección comercial de las tenerías sobrepasaba los límites del municipio y se extendía no sólo a Bentomiz sino también a la provincia de Granada, con la que se mantenía un intenso comercio de seda, pieles, carnes y productos agrícolas.
    Es necesario para el mantenimiento y aprovisionamiento de las tenerías que, periódicamente, se tengan que realizar sacrificios de animales, frecuentes matanzas  en las proximidades de la misma, en lugares apartados y con abundante  agua corriente.
 Arroyo de las Matanzas      Foto Fco.Santiago
Una reflexión sobre ésto, sin negar ni afirmar nada, me deja la duda de si el emblemático y legendario  Arroyo de las Matanzas pudo ser el lugar en el que se realizaran estos habituales sacrificios de animales. Este topónimo, escenario de una leyenda sobre la que se fundamenta el nombre de Sedella, tiene desde este momento otras connotaciones semánticas que por lógica, lo relacionan con la tenería. En ambos significados fuese como consecuencia de una cruenta batalla entre moros y cristianos o como consecuencia del sacrificio de rebaños en sus aguas para abastecer con sus pieles a las tenerías, la leyenda acierta en que éstas, bajaban rojas hasta el mar entre las adelfas y cañaverales de sus orillas.  
En este espacio de la tenería que debió llegar hasta el Picadero que está más abajo,  aún se encuentra una alberca semienterrada, enlosada con pavimento mazarí que bien pudo pertenecer a este complejo artesanal de la tenería.
El desagüe de la dicha alberca se encuentra a un nivel inferior al de los llanos del "picaero". Se construyeron a finales del siglo XIX, al colmatar el arrollo de las tenerías al cual desaguaría en principio la mencionada alberca. Ello nos lleva a pensar que  la funcionalidad de la misma no pudo ser la de regar dichos llanos sino mas bien estaría relacionada con la tenería.Tenemos por consiguiente otro elemento testimonial en perfecto estado de lo que podríamos llamar el legado histórico de los musulmanes en Sedella
    En relación a la faraónica obra que  supuso la construcción de los llanos del Picadero anotar que fue un señor adinerado y su señora Eulalia Azpiazu Garmendia que llagados a Sedella procedentes de las Vascongadas, en el llamado Arroyo de las Tenerías abren un tajo de trabajo para  colmatarlo con herramientas tan simples como el pico y la pala, el burro y el serón. Su objetivo no era otro que el de conseguir suelos profundos donde sembrar. En el Picadero, durante el tiempo en el que escaseaban los trabajos agrícolas, se realizaban movimiento de tierras con los que se consiguieron esos amplios y hermosos llanos que a mí se me asemejan como el  mejor estadio de fútbol para las olimpiadas de 2024.
      Los ciudadanos musulmanes, que hasta el año 1570 habitaron la villa de Sedella, no sólo obtenían la materia prima  para el curtido de  las pieles sino que también, con ellas debieron de elaborar objetos y útiles  para la agricultura, el ganado y  las personas: Calzado, zahones, odres para el vino,  correajes, monturas,… debieron ser útiles con los que  comerciaba  y se intercambiaban productos con los pueblos vecinos.
      El agua entre otros, es elemento básico  y necesario en esta actividad artesanal. A fin de llevarla hasta este lugar, se construye una acequia que viniendo del molino que está cerca de la sierra, cruza la actual calle Llana, y cuando llega a la Plaza tuerce a la derecha y   escondida por los bajos de la Casa Torreón, llega a cada una de las cinco  albercas, solucionando  de esta manera el necesario abastecimiento de agua a las tenerías. Actualmente la dicha acequia se encuentra soterrada bajo el pavimento de la dicha calle. También tenemos testimonios escritos  de la existencia de un pozo en las proximidades de las mismas.
     Una infraestructura de este tipo, compleja y extensa en sí misma, me hace pensar que la propiedad de la tenería  debió de ser, más bien que de una familia, del Concejo  Municipal de la Villa y en ella  solidariamente, los vecinos se debieron de repartir mancomunadamente el trabajo.
Fto. Fco.  Santiago.
   Junto a la tenería, por encima de la carretera que nos lleva a Salares, en unos bancales que han sido edificados recientemente, siempre se han encontrado huesos enterrados en el subsuelo. En principio  tendríamos que sospechar que dichos restos óseos pertenecieran a algunos animales muertos accidentalmente a los que, una vez aprovechadas sus pieles, se les hubiesen  enterrado allí mismo. Aunque esta deducción aparece en principio como razonablemente lógica por su proximidad a la tenería, existen otras alternativas que la cuestionan, la desdicen y se le oponen: Un vecino me contaba, que los restos óseos aparecidos en este lugar, no son restos de animales sino restos humanos de un antiguo enterramiento provisional  que se habilitó, cuando  una epidemia ocasionó tal número de defunciones,   que el cementerio oficial, anexo a  la iglesia, no daba abasto. La memoria histórica de nuestros antepasados nos  ha dejado esto  en el recuerdo, como segunda opción. A él, se lo contaba su padre. Y yo también recuerdo haberlo oído de niño. Al margen de estas elucubraciones, y como tercera opción, sin afirmar ni negar lo antedicho, me queda la duda de si podríamos estar hablando del cementerio  de los moriscos, dado  que se desconoce el lugar donde estuvo situado.

 Una pequeña cata arqueológica, que por otra parte es preceptiva en las construcciones urbanas, nos hubiese clarificado la cuestión pero, como siempre, hemos llegado con retraso y de nada sirve lamentarse de que en su día no se hiciera.
    Con motivo de    la rebelión y levantamiento que habían protagonizado los moriscos  que habitaban la falda sur de la Cordillera Penibética , después de haber sido vencidos por las tropas de su majestad Felipe II , en el año de 1570, la represión fue brutal. Se   ordenó la expulsión de todos los musulmanes que habitaban las Alpujarras, Almijara, Bentomiz y la Serranía de Ronda y como parte de un todo, a los vecinos de Sedella. Eran éstos musulmanes que compartían  este espacio con seis cristianos viejos que ejercía sobre ellos funciones administrativas de vigilancia, policía y  control desde 1492 año  en el que  fue conquistado el Reino de Granada. 
   La orden era tajante y no deja otra salida más que la de  cumplir con el decreto  expulsión. Y así, Luis Almuedan, Jorge Alguacil, Alonso Abenomar… con sus familias y otra 230 familias más, con hijos de todas las edades y burros cargados con sus enseres, tienen que abandonar sus humildes casas y haciendas y al espacio que ellos y sus antepasados habían venido transformando y acomodando a sus necesidades desde mediados del siglo XIII. Este territorio les pertenecía en derecho. Hacía muchos años que con su esfuerzo y trabajo lo habían transformado para poder vivir en él. Nadie antes que ellos lo habían habitado. Aquí murieron sus padres y también nacieron sus hijos. Ahora no les queda solución de continuidad y su tristeza e indignación es inmensa, la impotencia ante la injusticia, infinita. Su dios, Alá, los ha abandonado.
     Bernabé Abenaudala, Cristóbal Yaya, y todos los demás vecinos de la villa  con sus familias y sus pertenencias, una mañana del mes de noviembre del 1570, parten hacia Málaga y desde allí hacia lugares incierto  del interior peninsular, lejos de la costa, hacia Castilla. Algunos llevan consigo la llave de su casa, pensando en la posibilidad  de volver y otros, con la esperanza perdida y la puerta cargada en el burro. Sedella se queda atrás en silencio, en llamas, y cubierta en humo, con sus seis cristianos viejos y su tenería destruida. Nunca más  hubo en ella actividad peletera alguna: los nuevos pobladores que años después vinieron a repoblar estas tierras, todos ellos cristianos viejos, desconocían las técnicas del curtido. De aquellas tenerías sólo queda una de las cinco albercas y algunos tapiales que sirvieron como muro de contención de los bancales que posteriormente construyen los nuevos pobladores  sobre este espacio.


LAS TENERÍAS EN LA ACTUALIDAD: FEZ Y TETUÁN
En cuanto a la etnografía y analogía para entender esta actividad, como es bien sabido, el curtido y tintado de piel tradicional se ha conservado de forma prácticamente invariable hasta nuestros días en las ciudades marroquíes de Fez y Tetuán (actualmente un reclamo turístico muy conocido de estas ciudades), gracias a las cuales podemos conocer con gran precisión los detalles de esta técnica artesanal.
Teneria en Marruecos
EL PROCESO DE CURTIDO DE LAS PIELES
Los pasos que se siguen en dichas tenerías son los siguientes:
1. En primer lugar se ponen las pieles en agua a remojo para poder arrancar el pelo, después se les limpia los restos que puedan quedar adheridos mediante baños de cal viva que sirven al mismo tiempo para endurecer la piel. Este proceso dura 20 días.
2. Tras este primer paso, se pasan las pieles a unos noques especiales menos anchos en el fondo que en la boca donde se elimina la cal utilizando excrementos de paloma que son mezclados y amasados con las pieles durante dos días, siendo luego limpiadas estas con harina.
3. Transcurridos 3 o 4 días se pisan los pellejos en un lecho de agua y se les sumerge en una pasta líquida de higos secos con el fin de darles suavidad.
4. Una vez realizados todos estos pasos se sala la piel pasando finalmente al curtido y engrasado, que convierte los cueros brutos en cueros finos. Este curtido se realiza en los noques con sustancias tratantes vegetales extraídas de la corteza de la encina y del castaño fundamentalmente.
5. Con el engrasado la piel se nutre con grasas naturales que la lubrifican y ablandan.
6. Posteriormente la piel es raspada y pulida por el lado de la carne, siendo el último paso la maceración en las cubetas de tinte con pigmentos vegetales.


7. En las tenerías de Fez y Tetuán tras realizar todos estos pasos, el cuero teñido se tiende en el exterior de la medina sobre la hierba para ser secado al sol.

                                                                                Manuel C. Gálvez

domingo, 1 de septiembre de 2013

Bentomiz: un territorio en la alta Axarquía

Bentomiz: Un territorio en la Alta Axarquia

La reconquista de Al-Andaluz por los reyes cristianos comienza desde al momento mismo en el que los musulmanes se instalan en la Península  Ibérica tras ocho años de conquista. Es en el año 722 cuando el  ejército cristiano, mandado por don Pelayo,  vence a los musulmanes en Covadonga. Desde este mismo momento se inicia un periodo de reconquista que terminará ocho siglos después, con la toma de Granada por los Reyes Católicos.
Durante todo este periodo de tiempo, los enfrentamientos entre las dos culturas predominantes en el territorio son continuos y los musulmanes se ven empujados poco a poco hacia el Sur peninsular y arrinconados en el último reducto musulmán del reino de Granada. Es en la segunda mitad del siglo XIII, hacia el 1260, cuando el rey Alfonso X los expulsa  del valle del Guadalquivir y lo mismo hace en estas mismas fechas el rey de Aragón Jaime I. que los expulsa del levante. A Granada comienzan a llegar estas gentes buscando un espacio donde vivir con sus familias. La presión demográfica sobre este reino ya de por si superpoblado, obliga a buscar tierras en donde asentar a esta población. Al sur de Granada la cordillera Penibética aún permanece como espacio natural deshabitado al que sólo visitan, desde la antigüedad  y  esporádicamente, recogedores de esparto, cazadores y  pastores trashumantes

 Es un territorio de suelo pobre y poco profundo, quebrado y agreste cubierto de bosque mediterráneo.  En las falda de sus sierras, la cabra montés, el jabalí, el conejo la liebre tienen en ella su hábitat. A la sierra Tejeda llegaban desde tiempos de los fenicios, no sólo cazadores sino también gentes de las zonas costera y del valle del río Vélez en busca del esparto. 
Es en este momento histórico de la segunda mitad de siglo XIII., cuando la  población excedente de  Granada que habían sido expulsados de otra regiones de la España cristiana, necesitados de tierras donde asentarse con sus familias, ocupan la falda sur de la cordillera Penibética. Sus sierras: Serranía de Ronda, Montes de Málaga,  Sierra Tejeda, Almijara y las Alpujarras granadinas y almeriense, se transforman en espacios de acogida para estas gentes  desheredadas de la fortuna. 
Son terrenos que necesitan una gran transformación para ser acondicionados a la agricultura. Están apartados de las vías de comunicación que pasan por la costa hacia Málaga y por el valle de río Vélez- paso de Zafarraya, hacia Granada. Es lugar de llegada y no de paso.
 Estos musulmanes  llegan a estos asentamientos, en grupos familiares. Tal vez todos ellos vecinos o emparentados en sus territorio de origen desde el cual fueron levantados y enviados al ostracismo. Buscan un asentamiento que les permita la subsistencia, y cuando lo encuentran, construyen sus humildes viviendas agrupadas en pequeños pueblos. En ellos, construyen castillos, baños públicos, mezquitas alminares, molinos y hornos. Queman el bosque, roturan el campo y sobre sus cenizas construyen terrazas escalonadas que podrán de esta forma  ser regadas. Las aguas que desde la sierra bajan hacia el mar a través de arroyos son conducidas a estos bancales o “kakies” como ellos les llaman. Mediante una red de acequias  bien estructuradas y respetando unas estrictas reglas en la distribución de las aguas llegan éstas por su propio pie a todos los pagos que conforman el llamado regadío.
 El producto estrella a sembrar será la morera que alimenta al gusano de seda y el lino. En lo que respecta a Sedella, en el año 1572, se hace un censo de pie de moral  junto al nombre de sus ciento diez propietarios y se contabilizan aproximadamente cuatro mil pies. Ello me hace pensar  que en la primavera y verano el regadío  que se extiende en torno a la villa, era una gran mancha verde en el centro de la cual, sobre unas lomas que se unen por el norte y se abren hacia el sur, se erguía  un pueblecito de humildes casas agrupadas, cuyas calles confluyen en un arroyo que corre entre las dos lomas. Este arroyo era el centro de la villa. En él se encontraba el alminar desde el cual el muecín o almuédano  llamaba a la oración, la mezquita, los baños públicos, y un lavadero.
Posible alminar de la mezquita de Sedella
 Cercanas a este arroyo se encontraban las casas más señoriales de la villa, que tanto en época de moriscos como después de la repoblación, pertenecían a   la clase dirigente . Todas estas casas alojaban en sus bajos, en la primera planta la caballeriza y tenían su huerto anexo que se ha conservado  tal cual hasta nuestros días. Alguna de estas casas aparece descrita por los apeadores en el año de 1572. Eran propiedad del beneficiado Diego de Baena y de otra cristianos viejos.
Esta clase dirigente que desde 1492 se hace con el control de la villa, está formada por tres beneficiados o clérigos, un sacristán, un capitán, el alcaide encargado del castillo y de la defensa del territorio próximo y varios cristianos viejos que se asientan con sus familias.
  El alminar de la  mezquita  de sedella no tuvo la relevancia artística de aquellos otros que  se construyeron en Salares, Árchez  y Corumbela en la segunda mitad del siglo XIII. También hay que pensar que estas villas no tienen castillo y de esta forma se pudieron desviar los medios económicos y los esfuerzos hacia las construcciones religiosas.
 Detrás del alminar que aparece en la foto y junto a él, es posible que estuviese la mezquita árabe a la que la clase dirigente formada por los cristianos viejos, transforma en iglesia año de 1505. a la que los apeadores llamaban la iglesia vieja mientras que la construida con posterioridad en la 
actual plaza, junto al cementerio, aparece ya descrita  en el año 1572 con el nombre de la iglesia nueva. 
Paño de ls cimentos del castillo

    A espaldas de la villa, sobre una peana rocosa,  un altivo castillo lucía orgulloso sus murallas torres y almenas.  Aún se puede observar en el paisaje restos arqueológicos de lo que  hace mucho años fue refugio en época de invasiones. La  fantástica panorámica que desde él se contempla,  abarca todo el territorio  de Bentomiz. Detrás  y a mayor altura, en el  llamado Cerro del Fuerte, existió otra fortaleza que pudo servir probablemente para mejorar la comunicación con Granada desde la costa. El Tomo II. de los libros de apeo escritos en el 1572, hacen referencia a esta fortaleza de la que dicen que se encontraba muy arruinada en estas fechas. Este castillo tenía en este tiempo la misión de defender   y servir de refugio a las villas  situadas en la alta Axaquía. Su último alcaide,Melchor Pérez, nombrado por su Majestad Felipe II, tenía la obligación de pagar a la hueste que lo defendía  y de mantenerlo en buen estado. A tal fin, recibía de su Majestad  ochenta mil maravedíes anuales. Este dinero se sustraía al fin para el cual se destinaba y se quedaba en Granada, lugar en donde el corrupto alcaide había establecido su residencia. Tales hechos están denunciados en los libros de apeo por si su Majestad tenía a bien tomar carta en el asunto
 .  
 .                                                                                                                                                                                                                                                        M. Castro.